Cómo ser diseñador de moda y no morir en el intento / La maldición del «tercer pecho»

De aventuras y desventuras podría escribir cientos de post, pero como las cosas hay que dosificarlas para no sufrir empachos, vamos a por la primera.

La mayoría de los seres humanos de este planeta, de una manera u otra, tienen la percepción de que el mundo de la moda mola, y sí, es cierto que mola, pero claro, como todo en la vida tiene sus cosas, y ha habido momentos en los que sin dudarlo dos veces hubiera metido la cabeza bajo tierra cual avestruz y no la hubiera sacado en semanas y/o meses.

Mi contacto con la moda comenzó hace ya algún año que otro y en ese transcurso de tiempo me han sucedido muchas cosas dignas de recordar, y muchas otras que dan ganas de meterlas en una caja fuerte con una buena clave (16 dígitos como mínimo con cifras-letras-mayúsculas-minúsculas y hasta asteriscos si hiciera falta), enrollarla en cadenas de ancla de buque con candado, sumergirla en hormigón armado, dejarla secar durante 10 días a pleno sol y tirarla al mar en un lugar muy, muy profundo.

Y esta historia es una de ellas…

LA MALDICIÓN DEL «TERCER PECHO»

Recuerdo uno de los primeros vestidos que encargué a taller para confección (15 maravillosos vestidos, mismo diseño, diferentes tallas), parecía todo clarito.

El responsable del taller y yo hablamos y hablamos sin parar durante horas, conversaciones en las que solo hablaba yo: «esto hay que dejarlo así», «los remates de esta otra manera», «el repulgo no me lo hagas muy grueso»… y así hasta unas 300 indicaciones que me salían por la boca sin parar a causa de la inseguridad del ser novato.

El responsable del taller me debía de odiar en aquellos momentos porque a parte de las conversaciones habladas le dejé el whatsapp que no le cabía ni una letrita más.

Cuando me quedé a gusto de dar explicaciones, me relajé y pensé «ya está todo hecho y dicho», así que ahora solo toca esperar a la confección de los vestidos.

Nerviosico perdido los fui a recoger, y a primera vista parecía que estaba todo correcto, los acabados en su sitio y respiré tranquilo, hasta que unas horas después de haberlos recogido viene una amiga, ve uno de ellos y dice «uy que bonito, ¿me lo puedo probar?», y yo dije «hombre, pues claro que sí», y así fue, se lo probó, y cuál fue mi sorpresa cuando se acerca, la miro de arriba a abajo y el vestido le hacía una bolsa extrañísima en el pecho, pero rara, rara, de esas que no puedes dejar de mirar por más que te lo propongas, me quería arrancar los ojos.

El vestido que había sido una alegría absoluta a primera vista, una vez puesto se convirtió en un infierno. Un estupendo error en el patrón hacía que el vestido, una vez confeccionado, tuviera espacio para un tercer pecho en la parte superior, vamos ideal para una extraterrestre, pero no para la raza humana.

Quince maravillosos vestidos, mismo diseño, diferentes tallas y preparadísimos para contener un pecho de sobra, ¿qué más se puede pedir?

En ese momento aprendí una de las lecciones más importantes para mí y que es aplicable a cualquier ámbito de la vida: «si quieres hacer las cosas bien, primero hazlas despacio y segundo, sígueles la pista de principio a fin, sin espacios ni excusas», y siempre, siempre, siempre has prototipos de las prendas antes de ir con una sonrisa de oreja a oreja al taller, porque en caso contrario, a la que vuelves, te puedes querer morir.

Confieso que he tropezado varias veces con la misma piedra y gracias a eso he conseguido marcar esta lección en mi cabeza a fuego.

Aún así muchas veces cuando me pongo a preparar un patrón, o confeccionar un vestido, la maldición del «tercer pecho» me atenaza y me da miedito, hasta que caigo en la cuenta de que el aprender y el equivocarse van de la mano en la vida, así que al final le tendré que dar las gracias al «tercer pecho» y todo.

¡Un fuerte abrazo para todas!

    Marta
    25 Apr 2014
    7:39am

    Me ha encantado el post, Armand!! Me imagino tu cara al ver el vestido en tu amiga… Pero, como dices, es necesario aprender de los errores para mejorar. Un besote

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    cosas de infantas
    25 Apr 2014
    7:59am

    JAJAJ, al principio me recordó a Friends y la «tercera tetilla»… Lo mejor de todo es aprender de los errores, y visto que lo has hecho, no hay más que hablar. Un beso

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    Ana Refamilia
    25 Apr 2014
    8:01am

    No lo dudes, Armand: un error marcado en rojo (con boli rojo, rojo rubor o rojo rabia) te ahorra muchos futuros rojos!
    Dos veces no, pero una hay que tropezar con la piedra! Además, mejor en la primera colección que en la última, ¿no?
    Mírame a mí, a por la segunda piedra que voy!!!

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    Maripaz-Laguindaperfecta
    25 Apr 2014
    11:51pm

    Jajajajaja me ha encantado, cierto es que de los errores se aprende, pruebas y requetepruebas. ;)

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    Andrea Amoretti
    29 Apr 2014
    9:23pm

    Me he muerto de risa!! Y me encanta la historia, por real, por bonita, por ser esa «parte de atrás» que no se ve… Genial :)

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